
Me enamoré de los Aceites esenciales hace más de 24 años, fue la sorpresa de un instante.
En el año 98 salió a la venta en los quioscos una revista por fascículos que trataba sobre aromaterapia, en la que cada mes regalaban un aceite esencial… En el primer número: La lavanda.
Recuerdo como desembale el plástico que recubría la revista y como miré ese frasco entre mis manos como si estuviera a punto de ser consciente de un gran descubrimiento que me cambiaría la vida. Olí ese aceite con una inspiración profunda y sonreí, fue mágico, a pesar de ser de una calidad cuestionable ya que estaba mezclado con aceite vegetal.
Poco después inicié una formación de fangoterapía, donde la profesora utilizaba los aceites con la arcilla en sus tratamientos, fue el segundo contacto con la aromaterapia, esta vez, de buena calidad. Mi curiosidad iba a aumentando, un frasco tan pequeño y tanto que ofrecer.